jueves, 22 de marzo de 2012

EL MITO DE LA DEPENDENCIA – Maureen Murdock

“Dependencia y necesidad son dos palabras malditas para una mujer; a pesar de que la dependencia constituye una etapa normal en el desarrollo, tanto de los niños como de las niñas, la palabra dependiente se asocia más frecuentemente con la mujer. A las niñas no se les motiva a ser independientes, no se les apoya igual que a los niños para ser autónomas. “Por el contrario, se estimula a las niñas para seguir manteniendo relaciones de dependencia de sus padres y de la familia, relaciones que transfieren a sus maridos e hijos una vez casadas.” (1).
De las mujeres se espera que atiendan las necesidades de dependencia de los demás, desde su infancia son educadas para anticiparse a estas necesidades; han oído decir continuamente a sus madres “Seguro que tienes sed, ¿quieres un vaso de agua fresca?... Habrá sido un largo día y estarás cansado, ¿no quieres descansar un poco antes de la cena?... Estarás decepcionado de no haber podido formar parte del equipo…”. Como aprenden a anticiparse a las necesidades de los demás, esperan consciente o inconscientemente que sus necesidades también sean previstas y atendidas. Cuando una mujer descubre que sus necesidades no están siendo tomadas en cuenta, piensa que algo no funciona en ella. De hecho, puede que incluso sienta vergüenza por tener también necesidades.

Si una mujer tiene que pedir que sea cubierta una de sus necesidades, será percibida por los demás, e incluso por sí misma, como absorbente, necesitada y dependiente. Sin embargo, lo que ocurre sencillamente es que tiene necesidades normales, que quizá no están siendo atendidas por el marido, el compañero, el amigo o los hijos (2). Estas necesidades normales pueden incluir tener más tiempo para sí misma, una habitación propia, alguien que la escuche, un abrazo amoroso, una oportunidad de desarrollar sus capacidades. Cuando aquellas son negadas, empieza a sentir que no tiene derecho a actividades que satisfagan sus propias necesidades y deseos. De alguna manera, empieza a suponer que ella no tiene derecho a nada.









Algunas mujeres actúan de forma dependiente, para reforzar el logo de su compañero o para protegerle. Existe una regla tácita de la relación, según la cual, la mujer ha de ser débil para que el marido sea fuerte. El mito establece que si uno de los dos se rebaja, el otro puede conseguir su propio éxito, y esto no se reduce sólo a las relaciones heterosexuales. Nuestra heroína renuncia a “sí misma” para que el otro –el marido, el colaborador, el amante o el hijo- pueda ganar en personalidad. Este “regalo” o sacrificio inconsciente de entrega del yo a los demás le proporciona un sentimiento de autovalía, y contribuye a mantener un equilibrio en el sistema. En “Mujeres en terapia”, Harriet Lerner escribe:

“Por debajo de la postura pasivo-dependiente de muchas mujeres, se encuentra la motivación inconsciente de apoyar y de proteger a otra persona, y también la convicción inconsciente de que una mujer debe permanecer en una posición de relativa debilidad para que sobreviva su relación principal. Incluso mujeres intelectualmente liberadas tienen miedo y se sienten culpables de ‘herir’ a los demás, en especial a los hombres, cuando ejercen plenamente su capacidad de pensar y de actuar con independencia. De hecho, cuando una mujer empieza a definir con más claridad los términos de su propia vida, con frecuencia es acusada de menospreciar a los hombres, dañar a los hijos, o ser de algún modo destructiva con los demás(3).

Esta actitud de que “el otro” tiene preferencia, a menudo es interiorizada por la mujer como una promesa tácita, aun cuando el compañero no lo pretenda ni lo quiera. Se introduce en el inconsciente de una niña al observar la dinámica familiar: va a su madre posponer sus propias necesidades y aprende a hacer lo mismo. Resulta interesante cuando “el otro” que compite por su atención es parte de sí misma; tiene entonces que resolver un conflicto casi irresoluble.”

Notas:
1 Katty Mackay, art. cit.
2 Harriet Goldhor Lerner, ob, cit., . 159
3 Íbid, p. 162





Fotogramas de "¿Qué he hecho yo para merecer esto?!!" (Pedro Almodóvar, 1984). Gloria, el ama de casa y su insatisfacción, su rutina diaria, sin alicientes, soportando su vida y las de quienes la rodean, que no reparan en ella, ni en sus sentimientos, ni en lo ingrato de su dedicación no correspondida. El maestro manchego no se olvidó del ama de casa desesperada y le dedicó una de las más bellas y escasas elegías que, sobre el tema, hay en el cinematógrafo.

Foto grande y comentario de la película: http://parcelasdecine.blogspot.com/2011/03/reflexiones-en-el-dia-de-la-mujer.html

Texto principal: Fragmento de "Ser Mujer un viaje heroico. Un apasionante camino hacia la totalidad." – Maureen Murdock

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